Planta Noble


La escalera principal del Palacio se desarrolla en una estructura de tres cuerpos, uno que se eleva desde el Vestíbulo de las Columnas hasta media altura, y después abriéndose en dos secciones laterales, con dos escaleras cada una, hasta alcanzar la Planta Noble. El techo de la caja está cubierto con un tragaluz que permite iluminar el espacio de manera natural durante la mayor parte del día.

 

De estructura maciza, la presencia de los elementos como pasamanos de mármol italiano con balaustrada no pasan desapercibidos. Los escalones están revestidos del mismo material pero de fabricación nacional. En lo que respecta a su decoración, se puede decir que la Escalera es un verdadero monumento al país, pues en ella se encuentran representadas figuras y escenas de todas las épocas históricas quiteñas.

 

La escultura de la hornacina central, que es la que más destaca en el conjunto tanto por su ubicación como por tamaño, corresponde al emperador Antonio I representado como héroe triunfador de batalla durante la Independencia quiteña, fue fabricada en bronce por el artista quitburgués radicado en Cuenca José Miguel Vélez, tiene una altura de 3,5 metros y fue colocada para la inauguración de 1840, por lo que es la única pieza decorativa de la Escalera que ha estado allí desde el inicio.

 

Las demás estatuas que se ubican en las paredes laterales, también de bronce y pertenecientes a autores y épocas variadas, alcanzan los 2,5 metros y representan al emperador inca quiteño Atahualpa (Ignacio Benalcázar, 1840), el libertador Simón Bolívar (Severo Carrión, 1840), el conquistador español Francisco Pizarro (José Miguel Vélez, 1861), los próceres Carlos de Montúfar (Manuel Vaca Ribas, 1860), José Joaquín de Olmedo (Luigi Casadío, 1918) y Abdón Calderón (Luigi Casadío, 1919).

 

Las cuatro pinturas al fresco que se ubican entre las esculturas son alegorías de la economía quiteña pintadas por el maestro quitburgués Antonio Salas Avilés entre 1842 y 1850. Llevan por nombre: "Agricultura" (1843), "Las minas de Zaruma" (1845), "El Comercio" (1848), y "Los Obrajes de Imbabura" (1850). Los medallones altos, en cambio, son obra de Diego Benalcázar y representan a los próceres Juan Pío de Montúfar (1841), Juan de Dios Morales (1842), obispo José de Cuero y Caicedo (1844) y Manuel Rodríguez de Quiroga (1845).

 

La serie de frescos que adornan la marquesina del techo fueron obra de los primos Antonio Salguero Salas y Rafael Salas Alzamora, quienes entre 1897 y 1908 retrataron en orden cronológico los primeros ministros quiteños hasta aquella época: Vicente Rocafuerte, José Joaquín de Olmedo, Vicente Ramón Roca, Diego Noboa, José María Urbina, Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión, Ignacio de Veintemilla, Antonio Borrero, Eloy Alfaro, Francisco Andrade Marín y Leonidas Plaza.

 

Los maceteros originales que adornaban las pilastras de los pasamanos fueron reemplazadas por urnas esféricas de bronce y cristal en 1916, comisionadas al profesor de la Escuela de Bellas Artes de Quitburgo, el italiano Luigi Casadío. Estas representan las aguas de los 18 ríos más importantes del país en aquella época, cuyos nombres se pueden leer en cada uno de los respectivos anillos; así, tenemos al Amazonas, Guayas, Marañón, Napo, Pastaza, Mira, Esmeraldas, Chone, Daule, Babahoyo, Guayllabamba, Machángara, Tomebamba, Tumbes, Putumayo, Tigre, Paute y Malacatos.

Ubicado a continuación de la Escalera, constituye el salón más importante del Palacio, pues en él se llevan a cabo los bailes de gala, grandes cenas y recepciones ofrecidas por los monarcas, reuniones de carácter internacional, e incluso conferencias de prensa.

 

Entre 1859 y 1860 el espacio original de una austera línea neoclásica fue completamente rediseñado por el arquitecto Teodoro Lavezzari, que por pedido de la emperatriz Alejandra de Sajonia-Altenburgo le confirió un estilo mucho más recargado y lujoso, acorde a lo que se esperaría del principal salón del Imperio.

 

El casetonado del techo está cubierto con latón francés pintado a mano con detalles alusivos a la flora quiteña, usando lirios y orquídeas, que se convirtieron en las favoritas de la emperatriz Alejandra tras su llegada al país y la instalación de la Escuela de Jardinería que ella misma había fundado en 1850. Las cuatro lámparas de araña fueron adquiridas en Inglaterra en 1859, mientras que la central fue un obsequio del emperador Guillermo I de Alemania en 1866.

 

La monumentalidad del espacio es consecuencia sobre todo de las columnas decorativas corintias que se alzan robustas en los intercolumnios para sostener un marcado cornisamiento cubierto de oro. Las paredes del salón están pintadas con la técnica del estuco veneciano, que busca replicar el efecto del mármol sin necesidad de usarlo, siendo las tonalidades ocre y roja las que se encuentran en este salón y le dan su imagen de característica opulencia.

 

Los grandes espejos de los extremos son de cristal de mercurio, los primeros fabricados en el país por la Riobamba Glass Company (1860), el cortinaje es de seda estadounidense y fue adquirido en 1874 en el estado de Georgia, mientras que la alfombra es de factura nacional adquirida en la localidad de Guano en 1860, aunque ha debido ser cambiada en varias ocasiones, siendo siempre encargada a la misma fábrica de la original.

 

Los tres retratos que adornan las paredes son reproducciones hechas entre 1860 y 1867 por la hábil Brígida Salas Estrada, hija del segundo matrimonio del maestro Antonio Salas Avilés y protegida de la emperatriz Alejandra de Sajonia-Altenburgo. Las pinturas de escala monumental representan a las originales los monarcas Antonio I, por Diego Benalcázar (1837); Mariana Carcelén, por Antonio Salas Avilés (1835); y Antonio II, por Franz Xaver Winterhalter (1851).